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jueves, 1 de noviembre de 2007

HOMERO MANZI A 100 AÑOS DE SU NACIMIENTO

Fue mucho más que un exquisito letrista de tango: fue un protagonista clave de la cultura popular de los años 30 y 40. Periodista, poeta, guionista de cine, gremialista, nació en Añatuya, Santiago del Estero, pero su universo estaba ubicado en las calles del sur de Buenos Aires. Con tangos, valses y milongas insuperables ("Barrio de tango", "Malena", "Milonga sentimental", "Romance de barrio" y tantos más), su vigencia es absoluta. Murió a causa de cáncer, a los 43 años.

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En su corta vida de 43 años Homero Manzi no le rehuyó a nada. Hizo letras de tango, política, periodismo, escribió libretos y guiones para cine y sketches para radio, Aunque en una actividad se destacó más que en las otras -finalmente la renovación letrística en el tango es lejos la que más perdura-, se lo puede pensar como una figura integral que peleó por una redefinición de la cultura popular en tiempos de arduas luchas políticas. Pero cada disciplina en su obra estuvo demarcada. Si algunas de sus letras apelan a la nostalgia por el barrio que se moderniza, a suaves caricias por los personajes irremediablemente perdidos, en el campo social predicó con firmeza sus convicciones.

Sexto de ocho hermanos, Homero Nicolás Manzione nació hace exactamente un siglo en Añatuya, Santiago del Estero, donde su familia se había afincado para cultivar algodón y maíz. A los pocos años estaba de vuelta en Boedo, por entonces un suburbio de una ciudad que pegaba irrefrenable el estirón inmigratorio. Su adolescencia como pupilo en el Colegio Luppi es más que una referencia biográfica de esos años entre Pompeya y Boedo. De sus paisajes se nutrirá para construir algunos de sus versos culminantes. Con el tiempo amasará ahí una mitología, su propia aristocracia arrabalera (Barrio de tango, Manoblanca, Sur).

Pero los años 20 son aún de definiciones para el joven estudiante de Derecho. Se alista en el radicalismo y milita en el yrigoyenismo, en momentos de tensa confrontación interna con los alvearistas que gobernaban el país. Visita a Hipólito Yrigoyen y le otorga tintes casi místicos al encuentro: "Ese día mi asombrada adolescencia realizó la síntesis de su pensamiento nacional, pero no nacionalista; y universal, pero no universalista". La admiración por el ex presidente lo acompañará siempre, aún cuando sufriera prisión, militara en FORJA o simpatizara con el peronismo, cuyo proceso político lo asimiló como una extensión lógica de las ideas del líder radical.

A los 15 años, escribe sus primeras letras. Ninguna de ellas tendrá demasiada trascendencia, excepto un tango que musicalizaron Cátulo Castillo y Sebastián Piana: Viejo ciego (de 1926). Mucho más que la reunión de apellidos ilustres, importa el sesgo que le otorgan al tema estrenado por Roberto Fugazot. Se trata de una letra que se codea con la poesía, que abreva de la literatura. Detalla Aníbal Ford en la biografía Homero Manzi: "El lenguaje mismo que utiliza es insólito en el tango. No sólo elude el lunfardo. Maneja un vocabulario culto, literario: lazarillo, añejos, rocín, parroquiano, portal, bardos". Está influido por sus lecturas de Evaristo Carriego, por el Jorge Luis Borges ultraísta y por las enseñanzas del padre de uno de sus amigos, Cátulo Castillo: el director y dramaturgo anarquista José González Castillo..

¿Hombre de letras o letras para los hombres? Esta pregunta, que aún hoy se debate entre el rigor histórico y cierta leyenda, se le presenta a Homero Manzi en la década del 30. En otras palabras, la dedicación al arte literario, con una tradición cristalizada o a uno popular, bastardo, de profunda huella en el pueblo. La respuesta se empieza a dilucidar a través del binomio que compone con Sebastián Piana: dan vida a tangos excepcionales como El pescante, el vals Esquinas porteñas y una saga de milongas que enriquecen la tradición rural -apegada a la figura del payador- a punto tal que la convierten en urbana. Carlos Gardel elige y graba Milonga sentimental y Milonga del 900 y la dupla Manzi-Piana se extiende sobre más de una docena de milongas e incluso se proyecta pionera en otro género inaudito: la milonga candombe.

Definitivamente, Homero Manzi nunca escribirá un libro de poemas pero tampoco constituirá el hombre cobijado sólo en el tango. Expulsado por el golpe de Uriburu de sus cátedras en los colegios Sarmiento y Moreno y suspendido en sus estudios de abogacía, durante la década infame radicaliza su posición. Desde la tribuna de FORJA -junto a Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz, entre otros, se planta como un pensador nacional y lanza fuertes denuncias contra el proceso de dominación: "Hay que hacer llegar al pueblo todos los dolores concretos para que no continúe nuestra oligarquía usufructuando con la mentira de una prosperidad que sólo se ve en los balances del puerto", polemiza desde la revista Ahora.

Mientras crece su intransigencia política, bifurca sus actividades para poder sobrevivir. Es más: genera una catarata descomunal de proyectos. Seguir la huella es una tarea casi ciclópea. Ejerce el periodismo, se aboca a la crítica de espectáculos, aborda letras sobre temática rural, construye una relación intensa y fructífera con el cine, particularmente desde las adaptaciones y guiones (Nobleza gaucha, Pampa bárbara, La guerra gaucha), y, como un modo de oposición a las grandes productoras que monopolizan el circuito de cine, crea junto a varios actores Artistas Argentinos Asociados (AAA). Imparable, Manzi trabaja con rapidez ("una mañana, entre llamada y llamada de teléfono, llamó a la sirvienta y le dictó un argumento cinematográfico", referirá su esposa).

Durante la década del 40, sus letras alcanzan la plenitud, su mayor profundidad poética. Capitanea un lote de apellidos que le dan brillo a los años de oro del tango (Discépolo, Expósito, Castillo, Cadícamo y Contursi, entre otros). Aunque ya todos portan sus medallas, es el momento de máximo esplendor: el tango sintoniza como banda de sonido de la época. En ese marco, Homero Manzi conoce a Aníbal Troilo y juntos componen el vals Romance de barrio y los tangos Barrio de tango, Sur, Che, bandoneón y Discepolín. Si bien firman apenas un puñado de obras -seis en total-, los catapulta como símbolo perfecto entre los binomios creativos.

De su romance secreto con Nelly Omar llegan las esquirlas a sus letras. "Sólo puedo escribir lo que me ha pasado", atesora Manzi. Efectivamente, en varios tangos se pueden advertir pistas. "Me escribió muchos: Fuimos, Solamente ella, Después, Torrente y otros", le confesará la cancionista a Horacio Salas en su libro Homero Manzi y su tiempo. Sin embargo, quién fue la musa inspiradora de Malena resiste como uno de los enigmas mejor guardados de las leyendas del género, aunque las hipótesis se orientan hacia la figura de Nelly Omar.

El Manzi del final no es menos activo que el de años anteriores. Presidente de SADAIC, simpatizante del peronismo, pero sin afiliarse e irónico con la censura impuesta a las letras de tango, conocedor de su cáncer, apresura sus proyectos. Tampoco deja de lado su afición por las carreras de caballos (una anécdota tragicómica cuenta que Manzi atrasa su última operación porque tiene el dato de una carrera en San Isidro). Muere el 3 de mayo de 1951. El velorio aglutina a personajes del cine, del tango, de la política, del teatro, del periodismo. Un elenco tan vasto como él mismo.

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